


—Quiero que te imagines osos de goma. Muestra en tu rostro lo que sientes por los osos de goma. Ahora mismo. Sonrío y abro los ojos. —Bien, tira un poco hacia atrás. No los amas tanto. Lo retiro. —¡Allí! Ahora quiero que añadas algo —dice—. Piensa en ositos de goma mientras me miras la nariz. Nunca mis ojos, solo mi nariz.